Sabemos que todas las sociedades humanas tienen música y que las
habilidades musicales se manifiestan desde las primeras etapas del
desarrollo de los niños. Pero desde el punto de vista evolutivo, el
origen de la música es un misterio.
Los instrumentos musicales más antiguos que se conocen se encontraron
en las cuevas de Isturitz, en Francia, y de Geissenklösterle, en
Alemania. Se trata de unas flautas hechas de hueso de ave que datan de
hace unos 32 000 años. ¿Para qué usaban la música los habitantes de esas
cuevas?
No hay manera de saberlo porque la música no deja rastros duraderos una
vez que se acaba. Pese a todo, podríamos imaginarnos algo así: un grupo
de humanos primitivos lleva a cabo sus actividades cotidianas. En las
proximidades de la cueva las mujeres recogen frutos, algunas con
criaturas en brazos. Los niños juegan cerca de ellas. Los hombres
vigilan, arma en mano, antes de irse a cazar. Un bebé llora. Su madre le
canta para tranquilizarlo. Se oyen otros sonidos: el viento pasando
entre las hojas de los árboles, pájaros, el rugir de algún felino.
Detrás de un árbol un hombre toca la flauta para una mujer. Cae la
noche. A la luz de la fogata suena el golpeteo rítmico de un instrumento
de percusión hecho de corteza de árbol. Un anciano repite monótonamente
un cántico que embelesa al grupo. Todos bailan mientras tocan las
flautas de hueso. El placer de la actividad coordinada genera un
ambiente de camaradería que deja a los participantes extasiados.
Un misterio
Hay quien expresa su identidad por medio de su atuendo y usa la ropa
como si fuera una tarjeta de presentación. Otras personas se definen por
lo que leen: se puede obtener mucha información acerca de ellas
examinando el contenido de sus libreros. Pero no todo el mundo les da
importancia a la moda o a la lectura, ni confía su imagen personal a su
vestuario o a su biblioteca. Una expresión de identidad más común es la
música que escuchamos. Si te pareces a nosotros —y estamos casi seguros
de que en esto sí—, entre tus pertenencias más personales se encuentra
tu colección de música. La música nos gusta por diversas razones, pero sobre todo porque
inspira emociones, desde la oleada de placer abstracto que nos pone la
carne de gallina sin saber por qué, hasta la nostalgia del recuerdo que
nos evoca. Tanto significado emocional le damos a la música que es fácil
ponerse sentimental y no apreciar el enigma que entraña. Charles Darwin
lo expresó por primera vez en 1871, en su tratado sobre el origen de
los humanos: "Puesto que ni la capacidad de disfrutar ni la de producir
notas musicales tienen la menor utilidad para el hombre en sus hábitos
cotidianos, hay que clasificarlas entre las facultades más misteriosas
de las que está dotado". No es que Darwin desdeñara la música ni las
distintas funciones que cumple (ambientación para rituales, bálsamo del
alma, herramienta para el cortejo). El padre de la evolución se refi ere
más bien a que no es de ninguna manera evidente que las facultades
musicales nos confieran a los humanos ventajas en el juego de la
supervivencia: no nos sirven para defendernos de las fieras, ni para
cazar a nuestras presas; no calientan nuestro hogar, no nos ayudan a
obtener agua ni cuidan nuestros cultivos. Desde el punto de vista
evolutivo el origen de la música es un misterio.
Para qué sirve la música
La mayoría de los investigadores que buscan el origen de las
habilidades musicales se basan en dos hechos observados y una
suposición. Los hechos observados son que todas las sociedades humanas
conocidas hasta hoy tienen música y que las habili- dades musicales se
manifiestan desde las primeras etapas del desarrollo de los niños. Un
bebé de dos meses ya discrimina entre sonidos considerados agradables y
sonidos que para la mayoría son desagradables, además de ser capaz de
recordar melodías escuchadas varios días antes. De aquí se puede
concluir que la música es innata: nacemos dotados para apreciarla sin
que nadie nos enseñe. La suposición que men- cionamos es que las
habilidades innatas son adaptaciones en el sentido evolucionista del
término —capacidades que dan a los organismos que las poseen mayores
probabilidades de procrear y que, por lo tanto, van cundiendo en la
población al paso de las generaciones hasta que sólo quedan individuos
con esas capacidades. Dicho de otro modo, si la evolución nos ha dotado
de cerebros musicales, debe ser porque la música confirió a nuestros
antepasados alguna ventaja en el entorno en que vivían. Así pues, indagar acerca del origen de las facultades musicales
equivale a buscar qué ventajas da la música a un grupo de homínidos en
las llanuras primitivas. Hay quien alega que la música servía para
mantener unido al grupo, lo cual tiene ventajas más o menos evidentes
para unos organismos que tienen que defenderse de fi eras más fuertes y
veloces que ellos, y que han de dar les cacería para obtener alimento.
Darwin, por su parte, pensaba que la música en los humanos surgió como
herramienta para el cortejo, igual que la cola del pavorreal y el canto
de muchas aves (opinión hoy minoritaria: si la música fuera de origen
sexual, ¿por qué cumple tantas otras funciones y aparece en actividades
tan diversas?).
¿Pastel de queso para los oídos?
El psicólogo experimental Steven Pinker, del Departamento de Psicología
de la Universidad de Harvard, tiene una opinión iconoclasta: que la
música no es una adaptación, sino una especie de efecto secundario de
otras habilidades y necesidades del organismo humano. Pinker compara la
música con el pastel de queso (sin ningún afán peyorativo, hay que
añadir). Este manjar contiene grasas y azúcares en grandes cantidades y
tiene una textura cremosa que hace agua la boca. El pastel de queso es
una tecnología que hemos inventado para estimularnos artificialmente los
circuitos cerebrales del placer. Estos circuitos han evolucionado para
indicarnos que hemos efectuado una acción que mejora nuestras
probabilidades de vivir; por ejemplo, obtener alimentos llenos de
energía para sobrellevar las épocas de vacas flacas (o, tomando en
cuenta el modo de vida de nuestros antepasados, de mamuts flacos). El
pastel de queso con centra estímulos placenteros que en cierta manera
engañan al cerebro, haciéndole creer que hemos llevado a cabo una acción
que promueve nuestra supervivencia. La música, según Pinker, es igual.
Sus sonidos repetitivos, ordenados y predecibles, nos hacen cosquillas
en los centros del placer que sirven para indicarnos que hemos
encontrado un ambiente ordenado y predecible, un ambiente seguro. Para sustentar su tesis del “pastel de queso auditivo” Pinker señala
que la música puede ser innata sin ser adaptativa, como otras
tecnologías del placer; por ejemplo, la gastronomía: el organismo sólo
exige nutrientes, sin requerir que éstos vengan cocidos, sazonados y
servidos con una ramita de cilantro. Además, dice Pinker, la hipótesis
de la cohesión social y las otras de ese tenor —que la música
tranquiliza, o que fortalece el vínculo entre la madre y la cría— en el
fondo no dicen nada acerca del origen de la música. En efecto, habría
que explicar entonces por qué la música favorece la cohesión social, tranquiliza o fortalece el vínculo con la madre.
Percepción del sonido
Describir el sonido en términos de sus características físicas medibles
es una cosa; entender los detalles de nuestra sensación auditiva, que
tiene bastante de subjetivo, es otra muy distinta. La percepción, en
general, es una colaboración entre el órgano que capta el estímulo y el
cerebro, que lo interpreta. El sonido está lleno de información útil acerca del entorno y acerca
del prójimo. Para extraerla e interpretarla el cerebro no actúa como una
simple grabadora, que recibe una señal y la registra tal cual, sino que
distribuye el estímulo sonoro a diversas regiones del encéfalo, donde
se llevan a caso los procesos de reconocimiento e interpretación. El oído es un analizador de ondas sonoras. Cuando se produce un sonido,
entra por el canal auditivo, que tiende a amplificar las frecuencias
altas (los sonidos agudos). El tímpano vibra y estas vibraciones se
comunican a la cóclea, órgano en forma de tubo enrollado donde se alojan
las células ciliares. Estas células son como varillas muy delgadas de
distintos tamaños. Las más cortas resuenan con las componentes agudas
del sonido, las más largas responden a las notas graves, de frecuencias
más bajas. La cóclea, con ayuda de las células ciliares y la membrana basilar,
separa el sonido en señales distintas para cada intervalo de
frecuencias. Estas señales se transmiten a un haz de fibras nerviosas
conocido como nervio auditivo, que las lleva al cerebro como si viajaran por cables separados. La primera parada en el cerebro es el tálamo, estructura situada en el
centro del órgano y que retransmite la señal a la corteza auditiva
primaria. Ésta identifica la frecuencia y la intensidad (la nota y el
volumen, digamos) del tono que se escucha. Las cortezas auditivas
—primaria, secundaria y terciaria— se localizan a ambos lados del
cerebro, en una región llamada surco lateral, o cisura de Silvio. Pero identificar la nota y el volumen de los sonidos que van llegando
no basta para reconocerlos como música. Para eso está la corteza
secundaria, que analiza información acerca de la armonía (la relación de
las notas que suenan al mismo tiempo), la melodía (la relación de las
notas en su sucesión temporal) y el ritmo (el patrón de notas acentuadas
y notas débiles). Ahora sólo falta integrar toda esa información. De
eso se encarga la corteza terciaria, y de allí la señal pasa a otros de
partamentos cerebrales, como veremos.
Notas y neuronas
Los investigadores de la neurofisiología de la música han empezado a
entender estos procesos en los últimos años. Para explorar los
vericuetos que sigue la música por el cerebro algunos investigadores
llevan a cabo estudios de personas con lesiones cerebrales que afectan
alguna de sus capacidades musicales. Localizando la lesión en el cerebro
se pueden hacer deducciones acerca de la función que cumple la zona
afectada en el reconocimiento de la música. Otros investigadores emplean
técnicas para visualizar la actividad cerebral en tiempo real, como la
tomografía de emisión de positrones y la resonancia magnética funcional.
Estas técnicas permiten observar al cerebro en acción al procesar
música. Así se han dado cuenta de que la música no sólo activa la corteza
auditiva, sino también otras regiones del cerebro especializadas en
tareas muy diversas: las que controlan los músculos (particularmente en
las personas que tocan algún instrumento), los centros del placer que se
activan durante la alimentación y el sexo, las regiones asociadas con
las emociones y las áreas encargadas de interpretar el lenguaje. Según Robert Zatorre, neurocientífico del Instituto Neurológico de
Montreal, las actividades musicales —escuchar, tocar, componer— ponen a
funcionar casi todas nuestras capacidades cognitivas. Muchos
neurocientíficos se interesan en la neurofisiología de la música porque
ésta puede revelar muchas cosas acerca del funcionamiento general del
cerebro.
La música y el lenguaje
El estudio de la percepción del lenguaje ha influenciado y precedido en
muchos aspectos al estudio de la percepción musical, seguramente por
ser ambos, música y lenguaje, información transmitida por medio de
sonidos. Pero hoy sabemos que el cerebro no procesa igual la música y el
lenguaje. Isabelle Peretz, guitarrista y psicóloga de la Universidad de
Montreal, y su equipo han realizado estudios del trastorno conocido como
amusia, la imposibilidad de reconocer sonidos musicales. Los
participantes son incapaces de aprenderse melodías sencillas y de
detectar errores en una melodía conocida. Sin embargo, conservan sus
habilidades lingüísticas intactas. Por ejemplo, distinguen perfectamente
entre la entonación de una afirmación y la de una pregunta. Peretz
opina que la amusia se debe a algún trastorno de la corteza auditiva
primaria, donde se reconocen las notas y su sonoridad, el primer paso
que lleva a cabo el cerebro al analizar la música. Por si eso no bastara para distinguir la música del lenguaje, los
investigadores han descubierto que éste se procesa preferentemente en la
corteza auditiva del hemisferio izquierdo del cerebro, más dado al
análisis, mientras la música se procesa más bien (aunque no
exclusivamente) en la corteza auditiva derecha. En los músicos la
corteza izquierda interviene más que en las personas que no lo son, sin
duda porque los músicos escuchan la música de manera más analítica. Con todo, las analogías entre música y lenguaje siguen guiando
investigaciones. En los años 50 el lingüista Noam Chomsky alegó que el
cerebro humano ya viene equipado con una especie de programa de
gramática, pero no para un lenguaje específico, sino una gramática
universal. Así, todas las lenguas del mundo, por distintas que nos
parezcan, tendrían una estructura común a cierto nivel. Algunos
compositores, lingüistas y musicólogos han extendido las ideas de
Chomsky a la música. El lingüista Ray Jackendoff y el compositor Fred
Lerdahl propusieron en 1983 una teoría de la gramática universal de la
música, según la cual una composición se construye con un número
limitado de notas que se combinan según un conjunto de reglas (la
gramática musical). Las reglas dan a las notas una estructura dividida
en capas de significado musical. Al escuchar la secuencia de notas, el
cerebro del oyente reconoce esas capas de la misma manera que en el
lenguaje reconoce verbos, sustantivos, adjetivos y todo lo demás.
El etnomusicólogo estadounidense Alan Lomax llegó a una conclusión
chomskiana, también en los años 50, luego de analizar las canciones de
muchas culturas. Según Lomax, igual que por medio del habla se puede
construir un número infinito de frases a partir de un número finito de
sonidos, un número infinito de canciones se puede generar a partir de
sólo 37 elementos rítmicos, armónicos y melódicos. Más recientemente, en
los años 90, Jukka Louhivuori y Petri Toiviainen, de la Universidad de
Jyväskyklä, en Finlandia, también influenciados por las ideas de
Chomsky, han diseñado modelos generadores de melodías y los han
convertido en programas de computadora que “componen” frases musicales.
Louhivuori y Toiviainen han probado la eficacia de estos programas como
imitadores de los compositores humanos haciendo que muchas personas
escuchen y evalúen las melodías.
Sonidos musicales
Para producir sonido hay que poner a vibrar algún objeto. Las
cualidades del sonido dependen de las propiedades de las ondas que
produce el objeto en el aire al vibrar. La sensación de sonoridad (o
volumen) depende de la amplitud o tamaño de la vibración. La sensación de nota (do, re, mi, fa, sol…) es función de la frecuencia: cuántas veces vibra por segundo. Hay otra cualidad menos evidente que se conoce como timbre.
El timbre es lo que permite distinguir un piano de una campana, un
violín de una flauta, una voz de otra, incluso cuando estos instrumentos
emiten la misma nota con la misma sonoridad. ¿De qué características
físicas depende el timbre? Una gran variedad de objetos —cuerdas,
objetos huecos, membranas tensas, columnas de aire confinadas en tubos—
producen al vibrar ondas de muchas frecuencias distintas, pero con una
organización particular: una frecuencia más baja, que llamamos fundamental y
que da la nota que escuchamos, y luego todos los múltiplos de esa
frecuencia: el doble, el triple, el cuádruple y todos los demás. Estas
frecuencias superiores se conocen como armónicos. Por lo
general la frecuencia fundamental es la más intensa y los armónicos son
progresivamente más débiles. ¿Qué tanto? Eso depende del objeto que
vibra. El patrón de intensidades relativas de la frecuencia fundamental y
sus armónicos es como la huella digital que distingue a un objeto que
suena de otro.
El desafío pinkeriano
Septiembre de 2004, Reading, Inglaterra. Reunión de investigadores de
la evolución del lenguaje y de la música. En una de las sesiones, el
especialista en educación musical Pedro Espi-Sanchis reparte tubos de
plástico de distintas longitudes y pone a los investigadores a soplar
para producir silbidos, indicándoles que no repitan lo que hacen los
demás. Al cabo de unos minutos, los silbidos cacofónicos se convierten
espontáneamente en una agradable melodía sin que nadie se lo proponga.
Todos bailan mientras tocan las flautas de plástico. El placer de la
actividad coordinada genera un ambiente de camaradería que deja a los
participantes extasiados.
A muchos de esos participantes la experiencia también los dejó más
convencidos de que la música no es pastel de queso auditivo, como
propuso Steven Pinker en 1997, sino una adaptación que cumple una
función evolutiva. El experimento de Espi-Sanchis favorece la hipótesis
de que la música servía para organizar las tareas colectivas y reforzar
los lazos afectivos de los grupos.
El debate del origen evolutivo de la música no está zanjado. Muchos
investigadores, sin ser de la opinión de Pinker, han aceptado el desafío
que ésta implica y siguen buscando la manera de averiguar si la música
cumplió una función adaptativa en nuestros antepasados, o si es, en
cambio, un efecto secundario, muy afortunado, eso sí. Además de arrojar
luz sobre el funcionamiento del cerebro en general, las investigaciones
acerca de la neurofisiología de la música seguramente ayudarán a dar
respuesta al enigma evolutivo.
POP ¿Que es el genero del pop? La música pop (del ingléspop music, contracción de popular music) es un género de música popular que tuvo su origen a finales de los años 1950 como una derivación del rock and roll, en combinación con otros géneros musicales que estaban en moda en aquel momento. Los términos música pop y música popular
se usan a menudo de manera indistinta, aunque el segundo tiene un
sentido más amplio al dar cabida a otros géneros distintos del pop que
se consideren populares.
Como género, la música pop es muy ecléctica, tomando prestados a menudo elementos de otros estilos como el dance, el rock, la música latina, el rhythm and blues o el folk.
Con todo, hay elementos esenciales que definen al pop, como son las
canciones de corta a media duración, escritas en un formato básico (a
menudo la estructura estrofa-estribillo), así como el uso habitual de estribillos repetidos y de temas melódicos y pegadizos. La instrumentación se compone habitualmente de batería, bajo, guitarra eléctrica, voz, teclados, etc. Influencias y desarrollo
A lo largo de su existencia, la música pop ha absorbido influencias de
la mayoría de los otros géneros de música popular. El pop de los
comienzos se inspiró en la balada sentimental para tomar su forma, tomó del góspel y el soul su uso de las armonías vocales, del jazz, el country y el rock su instrumentación, de la música clásica su orquestación, del dance su tempo, de la música electrónica su acompañamiento, del hip hop elementos rítmicos, y recientemente ha incorporado también los pasajes hablados del rap. Asimismo, ha sacado partido de las innovaciones tecnológicas. En los años 1940 un mejorado diseño del micrófono hizo posible un estilo de canto más íntimo, 15
y diez o veinte años más tarde los discos de 45 r.p.m. —baratos y más
duraderos— «revolucionaron la manera en que se diseminó el pop» y
ayudaron a conducir a la música pop a «un star system de disco/radio/cine».15
Otro cambio tecnológico fue la amplia disponibilidad de la televisión
en los años 1950; con las actuaciones televisadas, «las estrellas del
pop tenían que tener una presencia visual».15 En la década de los 60, la introducción de receptores de radio baratos y portátiles significó que los adolescentes podían oír música fuera de casa.15 La grabación multipista (de los 60) y el sampling digital (de los 80) han sido usados también como medios para la creación y elaboración de música pop.9
A comienzos de los 80, la promoción de la música pop se había nutrido
del auge de los programas y canales musicales de televisión, como la MTV, que «favorecieron a aquellos artistas como Michael Jackson y Madonna que poseían un fuerte atractivo visual».15 La música pop ha estado dominada por la industria musical
norteamericana y británica, cuya influencia ha hecho de la música pop
una especie de monocultura internacional, pero la mayoría de las
regiones y de los países tienen su propia forma de pop, a veces
produciendo versiones locales de tendencias más amplias y prestándoles
características locales.16 Alguna de estas tendencias (por ejemplo el europop) han tenido un significativo impacto en el desarrollo del género.
Caracteristicas Los musicólogos suelen identificar una serie de características como típicas del género de música pop: un enfoque en canciones individuales o sencillos (singles),
en lugar de en obras extensas o álbumes; el objetivo de atraer a un
público general, en lugar de dirigirse a una sub-cultura o ideología;
una preferencia por la artesanía por encima de cualidades formales artísticas; cierto énfasis en la grabación, producción y tecnología, antes que la actuación en vivo; y una tendencia a reflejar las tendencias existentes en lugar de a los desarrollos progresivos.
La influencia del 'pop art' en la moda
El principal elemento de la música pop es la canción, a menudo de entre tres y cinco minutos de duración, generalmente marcada por un elemento rítmico constante y notable, un estilo afín a la corriente dominante, y una estructura tradicional y simple.
Las variantes más comunes son la estrofa-estribillo y la forma de
treinta y dos compases, con una especial atención a las melodías
pegadizas y un estribillo que contrasta melódica, rítmica y armónicamente con la estrofa.El ritmo y las melodías tienden a ser sencillos, con un acompañamiento armónico limitado. Las letras
de las canciones pop modernas se centran típicamente en temas
sentimentales o de la vida cotidiana, particularmente las relaciones
amorosas, las experiencias personales y los temas sociales, entre otros.
La armonía de la música pop coincide con la de la tonalidad
europea clásica, utilizando a menudo los ciclos de
subdominante-dominante-tónica, aunque también con influencias frecuentes
de la escala de blues.
Las diferentes industrias creativas, normalmente, se necesitan las unas a las otras para sobrevivir: la música se nutre del arte, el arte de la música y la moda nutre y se nutre de las dos. Y después está la publicidad, que arrasa con lo que puede Esta
fructífera relación se remonta a la primera mitad del siglo XX, cuando
Salvador Dalí colocó una langosta de tamaño gigante en un vestido blanco
de Elsa Schiapparelli. Hablando con Wayne Tunnicliffe, el
carismático comisario de la exposición 'Pop to Popism' que se celebró en
Sydney, descubrimos que este vínculo se ha ido intensificando desde
entonces. "En los 60, el panorama creativo era más pequeño y fluido de
lo que es ahora y no era de extrañar que los diseñadores de moda más
innovadores del momento se moviesen por los mismos círculos que los
artistas y los músicos. Estoy seguro de que la mayoría de artistas pop
de la época estaban al tanto de la moda y está claro que la moda usaba
imágenes de esta corriente creativa. Algunos ejemplos de este cruce se
reflejan en los vestidos con latas de sopa Campbell de Warholo,
en Australia, los vestidos que Ken Reinhard diseñó para las modelos que
asistieron a la inauguración de una de sus exposiciones". Los
artistas pop no solo acudieron a la moda para realizar parte de sus
obras; también recurrieron a los propios diseñadores. Así, una de las
obras más famosas de David Hockney es un retrato del modisto Ossie Clark
y su esposa, la diseñadora textil Celia Birtwell.
Yves Saint Laurent por Andy Warhol, 1974
Mientras tanto, Yves Saint Laurent(que
transformó las famosas pinturas de Piet Mondrian en vestidos) se
convirtió en el protagonista de un retrato serigrafiado de cuatro
paneles de Andy Warhol en 1974. Warhol
también era íntimo de Halston y apareció numerosas veces en la obra del
artista. A su vez, Halston era un gran coleccionista de la obra de
Warhol y le encargó varias campañas de publicidad para su firma
Martha Rosler, Cleaning the Drapes, de la serie 'House Beautiful: Bringing the War Home', 1967-197
La
moda ha sido una gran fuente de inspiración y colaboración para muchos,
pero para otros también ha sido objetivo de crítica. En la serie Bringing The War Home de Martha Rosler podemos ver imágenes de revistas de alta costura y de interiores lujosos superpuestas con crudas y violentas fotografías de la guerra de Vietnam. En su obra refleja con creces el baño de sangre que se oculta tras la cultura de consumo.
O, por ejemplo, Cindy Sherman,
que critica y venera la moda al mismo tiempo. "Creo que está bien la
relación que tiene Cindy Sherman con la moda. Critica cómo la moda
moldea nuestra forma de ser y a su vez participa en la propia creación
de imágenes para la industria. Este posicionamiento tan resbaladizo es
muy típico de los artistas que alcanzaron la fama en la década de los
80, como Richard Prince y Jeff Koons, que critican y a la vez participan
en todo lo que gira en torno al universo del comercio masivo", nos
cuenta Tunnicliffe. La idea de que el arte se pueda mantener puro y
completamente apartado del mundo comercial es algo inverosímil a día de
hoy, pero eso no significa que algunos todavía lo deseen. Tunnincliffe
añade: "Los artistas expertos en la sociedad de consumo llevan dando
respuestas difusas desde la primera exposición de Pop Art a principios
de los 60. Algunos creen que la cultura
y el comercio no pueden ir de la mano y otros opinan que el Pop Art es
la vertiente que realmente muestra el gran negocio que se ha generado
entorno al arte y un reflejo honesto de cómo el dinero domina el mundo".
Allen Jones, Secretary, 1972
Aunque
no todos los diseñadores de moda pueden crear un discurso contundente
para cada una de sus colecciones, si lo pensamos a menor escala, el
significado es generado por el propio individuo que las está
consumiendo. El hecho de vestirse siempre nos dice algo: puede tratarse
tanto de un mensaje de conformidad como de rebelión. Los artistas pueden
utilizarlo como abreviatura para algo mucho más profundo, ya sea un par
de botas fetichistas en una escultura de Allen Jones o una pareja de lo
más 'chic' adentrándose en la noche en una pintura de Roy Lichtenstein.
Mientras que la moda y el arte se nutren mutuamente de una forma
más estructural, el modo en el que se fusionan es mucho más orgánico y
sus historias van más allá de lo que muchos piensan. Porque, mientras la
gente siga llevando ropa, este lazo invisible es muy poco probable que
alguna vez se.